Plaza del Carmen

Plaza del Carmen, en el corazón de Camagüey.

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Corsarios cubanos a la vista

Por Isván Manuel Cano Hidalgo

Con Hernan Cortés, se inicia ya el corso en los mares cubanos. Al reunir naves y tripulación para su aventura en México, el conquistador se apoderó de un mercante en Trinidad, como gentil corsario, según él mismo afirmara.

De los pioneros

Quien encabeza la lista de los corsarios cubanos es casi un miembro de la aristocracia criolla, Diego Placido Vázquez de Hinostosa, que nació en La Habana alrededor de 1590 y que llegó a estar al frente de una pequeña escuadra que combatía contra los holandeses que intentaban incursionar en las costas de la Isla en la primera mitad del siglo XVII.

Pionero en este período fue también Andrés Manso de Contreras, quien tuvo en jaque a mas de un renombrado pirata y llegó en su bregar hasta las costas mexicanas.

En esos tiempos se hicieron famosos como corsarios los habaneros Jara, Juan Poveda y Mezquía, mientras que Juan de Morfa Geraldino participó en la guerrita de 1654 contra los piratas de la Isla de la Tortuga. Como uno de los jefes de la expedición, ocupó Cayena, capital de los bandidos marinos.

Mención especial merece Tomi Rodríguez quien en poco más de un año capturó más de una docena de buques ingleses.

La ofensiva corsaria

Durante mas de un siglo el corso proliferó en la Isla, y entre el período que va desde que los ingleses tomaran Jamaica, en 1655, y La Habana, en 1762, marinos cubanos y españoles del archipiélago, ya cansados de defenderse pasan entonces a la ofensiva.

Centenares de prisioneros de diversos países, embarcaciones, oro y plata llegan a La Habana y a otros puertos de Cuba como resultado de esa acción corsaria.

Se distinguieron Marcos de Alcala, los hermanos Francisco y Miguel Vazquez quienes se transformaron luego en piratas, Felipe Geraldino, Luis Fernando y Blas Miguel Corso, que hacía buen honor a su apellido y en 1687 desembarcó en Gonave, un nido de filibusteros junto al litoral haitiano, se hizo de un jugoso botín y liberó a 24 mujeres cubanas y españolas que habían sido tomadas como esclavas por los piratas de aquel lugar.

Ya en el siglo XVIII, el corsario cubano Bartolomé Valadón, tomó fuerza en la Isla de Pinos (actual Isla de la Juventud), y en 1743 a bordo del San Juan de Dios, capturó dos goletas y dos balandras inglesas y un botín de 30.000 pesos.

En la primera mitad de este siglo el corso cubano y español fue constante. Entre 1739 y 1742 capturaron 447 embarcaciones, por un valor de nada más y nada menos que de 31 millones de libras.

Sólo de 1742 a 1745 se concedieron más de 50 patentes de corso en Cuba.

En estos años sobresalen los nombres de Diego de Avendaño, corsario de Remedios que con sólo 10 hombres llegó varias veces al litoral de Jamaica, regresando de aquella isla con jugoso botín. También oriundo de Remedios descolló José Vivilani.

Entrado el siglo, en noviembre 1742, Antonio Chaulier capturó un bergantín y una balandra inglesas y se quedó con mas de 70.000 pesos en oro y plata, ademas de ropas, cueros y negros esclavos.

También se hicieron sentir por aquellos años José Domingo Cortazar, José Cordero, Francisco Lorenzo, Antonio López — quien en el San Ignacio, se apoderó, en el año 1743, de tres bergantines y una balandra — y Vicente López, que en tres años capturó una goleta, tres balandros, un bergantín y una fragata.

Matriculado en Trinidad desde 1750, el habanero Pedro José Armenteros y Poveda, que había sido capitan de milicias, tomó bajo su mando el bergantín Diligente y desarrolló su actividad corsaria en las costas de Carolina, causando gran estrago a los ingleses por aquella zona.

De Trinidad era Luis Francisco Silveiro, que navegó en corso de 1742 al 1745 con sus balandras Inocente y San Juan Nepomuceno, y le quitó a los ingleses cinco balandras, dos fragatas y un bergantín.

También trinitario, el capitan de la balandra San Nicolas, Diego de Morales, se hizo de un bergantín y una goleta.

Otro que se hizo famoso por aquellos días fue el capitan español Mendieta, quien en 1718 capturó tres balandras britanicas y en una sola de aquellas aventuras llegó a hacer más de 200 prisioneros y a reunir un botín superior a los 100.000 pesos.

En las costas norteñas

Descollaron, ademas, corsarios como Ignacio Olavarría, Domingo Coimbra, Andrés Gonzalez, Juan Bustillos, Juan Ramón Gutiérrez y Miguel de Manzona, que en años anteriores a la toma de La Habana por los ingleses llegaron hasta las costas de lo que sería mas tarde los Estados Unidos.

Hay noticias de corsarios cubanos en las alturas de Nueva York y Rhode Island, en 1740 y 1741.

Vicente López, que era corsario santiaguero, llegó hasta las costas norteamericanas en 1747 y allí se apoderó de un barco negrero con 285 esclavos.

Una carta de Benjamin Franklin, fechada en 1748 se refiere a la presencia de dos barcos corsarios cubanos en las alturas del cabo Hatteras.

Aún después de 1762, año de la toma de La Habana por los britanicos, y durante otro siglo mas los corsarios cubanos permanecerían activos en el Caribe, pero esta vez ligados a la trata negrera, que ya había sido declarada ilegal por acuerdos internacionales.

Es en esta etapa cuando aparece el corsario nuevitero Rafaelín, que obtuvo una patente de corso para perseguir barcos negreros en el litoral norte camagüeyano, pero lo único que hizo fue aliarse a los traficantes y servirles de guía en los vericuetos del archipiélago de Sabana.

Muchísimos corsarios salieron al mar en busca de aventuras en aquellos años, aunque todavía falta mucho por investigar en este apasionante tema.

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