Centenario de Ballagas

(Primera parte)

Por Luis Álvarez Álvarez/Tomado de
Cubaliteraria.

Es desconcertante que la obra de Emilio Ballagas (Camagüey, 1908- La Habana, 1954) haya tenido que aguardar hasta el centenario del poeta, para hallar una recepción de más alta sensibilidad y precisión, como la que evidencia el prólogo con que Enrique Saínz abre una nueva edición de su obra reunida.1

Este ensayista ha percibido como pocos que la poesía de Ballagas se levanta como una dinámica de sentidos diversos, a partir de una aspiración creativa que era el resultado de una voluntad literaria de un alcance y una intensidad infrecuentes.

Señala con acierto Saínz: "Poeta grave y conceptuoso en sus más altos momentos, jovial y leve en las etapas en que quiere salir de sí e ir en busca del equilibrio al que se refirió en su texto «La poesía en mí», siempre anhelante de una entrega plena en la que se fusionan el placer sensorial, la sabiduría, el cuerpo y el alma como cerrada unidad, nos dejó el ejemplo de su amor a la vida, de su anhelo de trascendencia, de su refinamiento, de su irrenunciable vocación por la poesía, de su inagotable sed de claridades".2


Ballagas concilia en su poesía lo conceptuoso y lo leve, lo sensorial y lo reflexivo, y ello resulta un indicio de derroteros hacia los que la poesía cubana de la década del treinta empieza a enrumbarse. Esas dualidades —de tema, de tono y de percepción del universo— señaladas por Saínz, al integrarse en unidad dinámica, corresponden a una transfiguración de la poesía en lengua castellana. Está presente en "Elegía sin nombre", como también se estaba manifestando en los poetas españoles de la generación del 27 en España. Esa gravedad poética que se atreve a lo alígero, esa ambición de no renunciar ni a la sensualidad llameante de la carne ni a la entrañable voluntad de espiritualización, presagiaba el resurgimiento, en el siglo XX, de una sensibilidad que se muestra de modo germinal, a través de todo el mundo hispánico. Ballagas inaugura en la literatura cubana del siglo una fascinación por la mentalidad estética de esencia barroca, que se desbordará luego en José Lezama Lima, en Alejo Carpentier, en Severo Sarduy, y muchos otros. Ballagas —"un clásico de la poesía hispanoamericana", como lo ha llamado con justicia Saínz3— convoca en este su centenario a considerarlo como uno de los que desbrozan una remodelación de la palabra lírica en América, el orto de un gusto poético diferente.

El neobarroco se presenta gradualmente como un discernimiento —a la vez sazón, deleite y fruto— de la creación, y signa zonas enteras del gusto literario. Es un fenómeno sobre el que —en su dimensión euroccidental— ha reflexionado el semiólogo Omar Calabrese:

"Cada uno de nosotros «sabe» mucho más de lo que «cree» saber y dice mucho más de lo que cree decir. Toda la cultura de una época se expresa, en mayor o menor cantidad y de un modo más o menos profundo, en la obra de cualquiera. Precisamente evitando jerarquías y marginaciones entre textos es posible descubrir el retorno periódico de algunos rasgos que distinguen «nuestra» mentalidad (nuestro gusto en este caso) de la de otros períodos. Y precisamente siguiendo las conexiones improbables se descubrirá, aunque sea con el beneficio de la duda, la eventual extensión de aquella mentalidad y de aquel gusto. ¿Pero existe, y cuál es el gusto predominante de este tiempo nuestro, tan aparentemente confuso, fragmentado, indescifrable? Yo creo haberlo encontrado y propongo para él también un nombre: neobarroco. Pero enseguida hago la precisión de que la etiqueta no significa que hemos «vuelto» al barroco, ni de que lo que define «neobarroco» sea la totalidad de las manifestaciones estéticas de esta sociedad, ni su ámbito victorioso, ni el más positivo. El «neobarroco» es simplemente un «aire del tiempo» que invade muchos fenómenos culturales de hoy en todos los campos del saber, haciéndolos familiares unos a otros […]. Siguiendo este principio me permito asociar ciertas teorías científicas de hoy (catástrofes, fractales, estructuras disipadoras, teorías del caos, teorías de la complejidad, etc.) con ciertas formas de arte, de literatura, de filosofía y hasta de consumo cultural."4

Conviene revalorar la poesía de Ballagas, además, por razones pertinentes también para comprender el desarrollo de estilos literarios que —con mayor fuerza y madurez que en el de Ballagas— evidencian una irrupción neobarroca en las letras cubanas. En los difíciles inicios del siglo XX cubano, la refundación de la poesía —y sus manifiestos estéticos de más hondo calado, "Palabras de anunciación" y "Yoísmo"— había sido enarbolada por escritores no instalados en el centro cultural de la nación, sino en su periferia provinciana, como Poveda y Boti; a partir de su empuje se rediseñó la poesía modernista cubana, cuya evolución había sido tronchada por los avatares del tránsito a la independencia. En los años treinta vuelve a aparecer —ex oriente lux— un escritor apartado del vórtice cultural —por su procedencia provinciana menos que por su peculiar y recoleta timidez—, quien sienta las bases de una alternativa poética de tanta consecuencia para Cuba.

Hay que releer a Ballagas desde el prisma de su condición de síntoma del cambio, cuya esencia consiste en la unidad de factores en apariencia contradictorios, pues es la agonía —en tanto lucha a la vez de forma y de esencias, a un tiempo imagen de disgregación y, también, densidad de la energía creadora— lo que caracteriza la obra de Ballagas, y la sitúa en determinada consonancia con la peculiar definición que Calabrese adelantó: "En qué consiste el «neobarroco», se dice rápidamente. Consiste en la búsqueda de formas —y en su valorización— en la que asistimos a la pérdida de la integridad, de la globalidad, de la sistematización ordenada a cambio de la inestabilidad, de la polidimensionalidad, de la mudabilidad".5 ¿Fue consciente Ballagas de que, en lo recóndito de su labor artística, se albergaba un ademán de transmutación poética?

En 1949, en una conferencia sobre "La poesía nueva", Ballagas expresa ideas que solo pueden emanar de alguien que está prestando atención muy concentrada a la atmósfera cultural —y no meramente artística— de su tiempo, es decir, un intelectual de talla, con una percepción estética de la necesidad de cambio esencial:

"[…] comenzaré por una afirmación ingenua y riesgosa: "Yo he inventado la poesía". […] Esto es verdad y al quedar dicho en serio, va seguido de una humilde declaración complementaria: "Otros han venido inventándola antes de que yo naciera". Ambas afirmaciones me sirven para dejar sentado que la poesía es nueva desde los siglos, es decir, desde su mismo origen, aclarando de paso que lo que se llama poesía nueva ha sido en ciertos aspectos una saludable reacción, un regreso a lo que el mundo presente echa de menos en la misma literatura y en las relaciones humanas en general: regreso a la fe, a los mitos, a la magia, a la edad áurea y terrible de la infancia, al misterio."6

En ese texto, Ballagas trazó un panorama de la poesía, en particular europea, en las primeras décadas de su siglo. Dos observaciones suyas son de sumo interés: una revela su comprensión de las características de toda innovación poética: "Aunque las nuevas escuelas rápidamente envejecidas, perecieron, el Surrealismo se va transformando sin perder del todo su vigencia, y este renovarse es el sello de su íntima vitalidad, que le impide morir porque en él hay muchas cosas que tienen que ver con el hombre y con su angustia aun desde el punto de vista negativo".7 Así, la íntima vitalidad de la poesía depende de su capacidad de evolución; este aserto se vincula con la noción de que la poesía es "inventada" de continuo; la evolución puede consistir en un cierto modo de regreso a conquistas expresivas precedentes. La segunda reflexión aborda la dualidad —tan de esencia barroca en su raíz— de perennidad y testimonio directo que constituye el cimiento de la expresión poética: "Los grandes acontecimientos que constituyenla poesía contemporánea están más vinculados ahora al propio creador de poesía que a la receta de la escuela literaria a que perteneció o parece pertenecer el autor, pues la poesía, siendo ahistórica, es testimonio del hombre, ser histórico y mejor diríamos biográfico."8 Su visión de la poesía que era nueva para su época, da cuenta de una percepción afinada de lo transformativo en la expresión lírica. Parigual interés tiene valorar un texto como "La poesía en mí", en el cual se hace tangible la imagen que tenía de su propia obra:

"Yo no sé hasta qué punto tiene validez lo que el poeta pueda decir de su propio verso. El ojo como órgano en actividad, como ejercicio natural, se ignora a sí mismo. Vive solamente y es ojo en la medida que cumple su función de instrumento, su destino de darnos la visión de las cosas. Y así, se cumple en la aprehensión del paisaje, en la captación de la luz y en el contraste de ésta con la sombra […]. Como poeta tengo el deber, y el destino de ignorarme. Soy un instrumento, soy caña hueca, que apenas dispone de unos cuantos agujeros para graduar el hálito universal. Dispongo de unos cuantos colores puros o soy un prisma que echa a volar en siete canciones las secretas aves de la luz perfecta. Mi condición de instrumento y mi destino de ignorarme no excluyen la posibilidad de que el espíritu que me rige —para asumir una responsabilidad ante el Cosmos— procure afinar este instrumento hasta lograr darle las más variadas y ricas posibilidades de manifestar en sentido actual la eternidad de la poesía. Pero esto pertenece ya al orden de la intención. De facultad y de intención creo que está hecha la poesía."9

Como puede observarse, este texto corresponde a un autor con una capacidad de autoanálisis y una voluntad de expresar con nitidez una poética. "La poesía en mí" es importante, tanto por revelar concepciones centrales de Ballagas sobre su poesía, como porque permite alejarse de la idea —empleada a veces por algunos críticos— de que era un poeta demasiado permeable a las modas líricas de su tiempo.

1 Enrique Saínz:"Emilio Ballagas o de la poesía" en Emilio Ballagas:Obra poética. Compilación y prólogo de Enrique Saínz. Editorial Letras Cubanas, La Habana, 2007.
2 Ibídem, p. 31.
3 Ibídem, p. 31.
4 Omar Calabrese:La era neobarroca. Editorial Cátedra, S. A., Madrid, 1989, p. 12.
5 Ibíd.
6 Emilio Ballagas: "La poesía nueva" en Cuadernos de la Universidad del Aire del circuito CMQ. No. 8. Curso de verano de 1949:Artes y letras de nuestro tiempo. Ed. Lex, La Habana, septiembre de 1949, p. 51.
7 Ibíd., p. 56.
8 Ibíd., p. 55.
9 Emilio Ballagas: Obra poética. Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1984, p. 233.