La leyenda de la cruz de sal
Era la segunda década del siglo XIX. Unos pescadores se encontraron en una salina de Santiago de Cuba una cruz de sal. Admirados por tan curioso hallazgo la recogieron.
La cruz vino a parar a manos del principeño don Pedro de Alcántara Correoso y Usatorres, quien la donó al Padre Valencia. El venerado sacerdote colocó la cruz dentro de una urna de cristal en el extremo del altar mayor de la iglesia de San Lázaro. Allí la conocieron varias generaciones de camagüeyanos.
Pasaban los años y la cruz permanecía intacta ante la expectación de todos. Era dicho popular que el Padre Valencia había vaticinado que ocurrirían grandes acontecimientos cuando la cruz se deshiciera. Y la fantasía popular unía tremendas calamidades a la desaparición.
Un día la cruz se deshizo, pero no por ello el recuerdo desapareció. (Texto: Héctor Juárez Figueredo. Tomado del Sitio de Información Turística de Camagüey).
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